Dónde hace un cambio de pantalla

Hace poco se me rompió la pantalla del teléfono y creo que fue lo mejor que me pudo pasar. Tenía 3 opciones: comprarme otro, hacer un cambio de pantalla o vivir sin teléfono. Creo que sabéis perfectamente por cual me decante… vivir sin teléfono no era una opción que me plantease en realidad así que como rica tampoco soy, lo arreglé, y aunque os parezca que vivir sin móvil es complicado creerme cuando os digo que a partir de ahí, deje de usarlo tanto. No me considero una persona apegada a un teléfono ni creo que tenga dependencia de él, pero si lo usaba como entretenimiento para relacionarme con mis amigos, familia y pareja. Nos proporcionan la capacidad de relacionarnos en cualquier lugar con cualquier persona que disponga también de uno, y quitarte de ello de golpe y sin avisar conlleva un estado difícil de describir.

Me sentía incomunicada y todo el rato pensaba que si algo me pasaba cómo iba a avisar a alguien o como me iba a enterar de si pasaba algo. Yo estaba fuera de mi casa, de mi ciudad y de mi país, y el hecho de buscar un lugar donde arreglar mi teléfono se me hacía un mundo. Tardé días e incluso semanas en encontrar un sitio donde me hicieran un cambio de pantallay durante ese tiempo descubrí lo que era disfrutar de cada momento. Cuando estaba con alguien realmente me dedicaba entera a esa persona, a escucharla, a entenderla y conversar. Pasaba horas disfrutando de la compañía de alguien que me dedicaba su tiempo y me sentía única en ese momento. He conversado con cientos de personas y en miles de momentos pero en todas las ocasiones la situación era diferente, desde que los teléfonos formaron parte de nuestras vidas estamos pendientes de ellos, de si nos escriben o llaman y eso hace que la atención se focalice en varios lugares.

Descubrí que hay muchas formas de comunicarse y que el teléfono solo es una de ellas y créeme cuando te digo que no tiene por qué ser la mejor. Con un ordenador e internet te puedes comunicar por redes sociales, por correo o por video llamadas. Se gana el gusanillo de abrir la bandeja de entrada y ver si tienes algún mensaje nuevo o no y cuando lo hay se te ilumina la cara. Además la constante comunicación telefónica hace que dejes de saber que contar y puede que incluso lo haga todo monótono, sin embargo, de esta manera descubrí que cuanto más tiempo pase de mensaje a mensaje más cosas quieres y tienes que contarte, e incluso a veces nos sorprendemos de ver que hay cosas que se te siguen olvidando decir.

De esta manera dedicaba el tiempo prescindible a ponerme al día con mi familia y seres queridos y dejaba bastante tiempo para el disfrute de la experiencia que me llevo a irme allí. La preocupación que mostraban ellos al principio fue disipándose a medida que yo me comunicaba a menudo aunque fuese de otra manera, los hacia entender que yo estaba bien y que no necesitaba el teléfono para hablar con ellos y que el cambio de pantalla lo haría aunque no me corriese demasiada prisa. Cuando por fin lo arreglé me parecía hasta un estorbo al principio. Ya me había acostumbrado a no llevarlo encima y no necesitarlo y concluí que lo usaría solo cuando realmente lo necesitase. Fue un gran descubrimiento y todavía a día de hoy, en mi casa otra vez y con mi gente de nuevo, sigo haciendo lo mismo que decidí en ese momento: Vivir cada momento con la persona que me dedica su tiempo sin estar pendiente de otra que en ese momento no es necesario que se manifieste.